
En medio de una encarnizada lucha en aquel infierno que era su patria, montañas de cadáveres y cadáveres tan grandes como montañas cubrían todo el suelo, se apilaban hasta el cielo del lugar.
Los cuerpos inertes de las criaturas abisales cubrían todo el suelo, se apilaban hasta el cielo del lugar. En medio de todo el caos producto de la lucha, una figura desgastada, las heridas corroían todo su cuerpo, sin embargo la furia llenaba su mirada.
No era suficiente, no era suficiente, tenía que destruir más, desgarrar sus cuerpos, arrancar su carne, exterminar hasta la última de tales abominaciones, solo entonces su ira sería aplacada, su odio sería menguado.
Tales criaturas estúpidas seguían llegando una tras otras por la gigantesca grieta en el espacio. Durante nueve días había estado luchando contra ellas sin cesar. Podría haber cerrado su entrada primero, pero eso no era su objetivo, la matanza sí.
Uno a uno había desgarrado, destruido y consumido cada avatar que poseía, entregándose a la lucha más feroz.
En medio del caos, un chillido sacudió los sentidos del demonio, sacándolo de su trance, de su locura, lo suficiente para buscar con la mirada la fuente.
Recayendo en una moribunda ave, gigantesca quizá de unos tres metros el grosor de su cuerpo, sus alas extendidas seguramente le harían ver más grande, sin embargo estaban arrancadas, no...mordidas, desgarradas.
En las cercanías del ave, cadáveres aún en llamas de criaturas abisales permanecían.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝¿Un fénix? ¿Qué hace una criatura auspiciosa en mi reino?❞
Ese tipo de seres no gustaban el aura negativa de los reinos de la muerte, eran raros de conocer de por sí, más en esos lugares.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝¿Estás muriendo? Supongo que incluso una criatura inmortal cede bajo las garras de estas bestias, pero no te preocupes, también vengaré tu muerte...todos y cada uno de ellos va a perecer.❞
En otras circunstancias, habría quizá mostrado pena o lastima por la criatura. A pesar de verse racional, solo estaba aguardando por la siguiente ola de enemigos, ver el final de la criatura era una distracción momentánea.
Media vuelta dio, pronto llegarían más enemigos, debía de enfrentarse a ellos.
Sin embargo, el chillido del ave tomó nuevamente su atención.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝No seas lamentable, no puedo hacer nada por ti, incluso los inmortales pueden perecer ante las garras del abismo, acepta tu destino. Al menos no fuiste devorada, tu alma regresará al ciclo y...❞
Sus palabras fueron cortadas, el ave mostró bajo su gran cuerpo un pequeño huevo.
Es raro ver un fénix, es incluso más raro ver un huevo de estos. Una criatura inmortal e imperecedera, no tenía necesidad de reproducirse, aunque la posibilidad estuviese ahí.
La mirada del Ave era firme en el demonio. Claro, es una criatura sabia, más que los hombres o eruditos, no transmitía miedo por la muerte o vacilación, solamente anhelo.
Anhelo por una vida que aún no se manifestaba.
El corazón de Asmodeo fue sacudido, finalmente un nuevo sentimiento fuera de la ira que había experimentado la última semana, fuera de la tristeza que lo había atormentado los últimos veintidós días.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝¿Es tu hijo? Ya veo...❞
Pequeños pasos dio hasta el cadáver de la criatura, inclinándose para tomar al pequeño huevo en manos. Tembló un poco, mirando al ave que era una madre. Incluso en el lecho de su muerte, en sus momentos finales, sin mostrar vacilación, deseaba proteger a su cría.
Ella era igual, más digna que nadie, más severa que ninguna, más valiente. Era por mucho muy lejana a lo que un demonio se supone que fuese, pero aún así no había persona a la que Asmodeo respetase más que ninguna, su madre.
El mar de emociones se agitó en su corazón, esa pequeña y frágil vida en sus manos era el testimonio de otra madre digna.
No podía, no debía abandonarle.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Esta bien, lo prometo, tienes mi promesa, mi juramento, tu pequeño estará bien. Puedes descansar tranquila, sin arrepentimiento. Los demonios siempre cumplen su palabra.❞
Eso era algo que ella le había grabado a fuego en su alma.
Los ojos del ave fénix se cerraron, el veneno estaba en su cuerpo, un veneno que desgarra la existencia misma. Su muerte estaba sellada, sin embargo su mirada se mostró tranquila, agradecida, entregando su alma al ciclo.
Ardiendo en hermosas llamas doradas, consumiéndose ella misma, no iba a ser derrotada por repulsivas criaturas, no un ser digno como ella. El fuego se extendió llenando el lugar, consumiendo en cenizas blancas todos y cada uno de los cadáveres en el sitio.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Sin duda magnífico ~.❞
Era raro para él admirar el fuego de otros, pero a diferencia de sus furiosas llamas color carmesí, las hermosas y doradas llamas del ave eran un magnífico espectáculo.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Supongo que no le llaman ave legendaria por nada. He visto un par en mi vida, pero ninguno tan grande.❞
Podía ser una variante o alguna mutación, solo podía adivinar. Era muy tarde, no quedaban ni cenizas de su cuerpo para intentar investigarlo.
El huevo en su mano tembló un poco. La criatura dentro quizá podía sentir los momentos finales de su progenitora. O quizás su nacimiento estaba próximo.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Es una lástima. Llegarás a este mundo sin nadie para ti. Bueno, hice una promesa, así que supongo que a partir de ahora...❞
Un rugido interrumpió sus palabras. Tentáculos, garras, miles de ojos asomaron por la grieta una vez más. La batalla no había terminado.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Aguarda un poco, pequeño. Trata de no nacer mientras termino con esto.❞
Las emociones que sacudieron su corazón y aplacaron su ira le volvieron el raciocinio. No podía seguir luchando. Había consumido todos sus avatares. Solo le quedaba uno.
Si continuaba aquella matanza, su cuerpo real... No podía dejarse usar.
Se lanzó nuevamente al combate. Guardó al huevo entre sus ropas. Luego de terminar aquella oleada de enemigos cerraría la grieta. Era hora de descansar.
Fue casi un día entero, luchando ferozmente.
Finalmente había cerrado la fisura por la que invadían.
La figura desgastada del demonio cruzó el portón de su castillo. Ninguno de los guardias o habitantes le pudo dirigir la palabra. El siempre sonriente Asmodeo, el siempre coqueto Asmodeo, el siempre agradable príncipe del infierno, lucia feroz, cansado, solitario.
Cuando se recostó sobre su cama prohibió la entrada a ninguna de sus amantes. Sus parejas estaban lejos, todas. No había nadie allí para sanar su herido corazón.
Entre sus ropas se escuchó un crujido. El huevo se estaba abriendo. El pío del ave se dejó escuchar.
Aunque era pequeño el huevo, la criatura que nació no lo era. Su figura se extendió en llamas creciendo hasta el tamaño de su difunta madre, con una mirada llena de pura inocencia, buscando por los alrededores.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Lo siento, pero no está aquí. Ella se ha ido.❞
Irónicamente ahora era él quien debía de pronunciar la noticia de la muerte de una madre a su hijo... Hija, que al parecer también era una ella.
El ave no entendía sus palabras. Sus llamas doradas se extendieron por todo el lugar quemando todo en ello. Se sentía insegura, nerviosa.
Aunque no pudiesen quemar la carne de Asmodeo.
La figura le recordó así mismo, qué cruel destino que había juntado a dos huérfanos de madre en aquel momento. Sus llamas carmesí se encendieron mezclándose con las llamas doradas buscando apagarlas.
El demonio rugió en voz alta.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝¡Detente! A quien buscas no está. ¡Se que es doloroso! Puedes llorar, puedes gritar, solloza hasta que quedes satisfecha, pero no cambiará tu madre...❞
Mordió su labio. Un grueso hilo de lágrimas se derramó por el único ojo que mantenía aquel avatar.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Tu madre ya no está.❞