
Desde el funeral de su madre, luego de dos amargas semanas en las que estuvo sufriendo su muerte, desde aquel entonces estuvo luchando.
Lucho, lucho y lucho.
¿Finalmente había superado el dolor de la pérdida? No, pero había encontrado la manera de llevarlo, reconfortado por la calidez que solo en el plano mortal había podido encontrar.
Quizá fue por eso que había asumido como alguna clase de deber continuar su lucha. Eran sus enemigos, al fin y al cabo. Le habían enseñado a pagar los favores, a devolverlos como un correcto demonio.
Lucho, lucho y siguió luchando.
Encontró camaradas, compañeros, y continuó con una batalla que no parecía tener fin.
Las voces del abismo podían llevar a la locura a los mortales de mente más fuerte.
Él los había enfrentado una y otra y otra y otra vez.
No perdería su cordura, pero era sumamente agotador. Las voces que susurraban locura, que traían desesperación, incluso a los demonios que eran tildados de viles podían llegar a afectarle.
Y siguió luchando. Muchas veces se arrastró fuera del campo de batalla en busca del calor que lo mantenía cuerdo, el dulce abrazo de quienes ofrecían consuelo a su cansado cuerpo.
Y por ellos seguía luchando.
Un día más se levantó y luchó hasta que la noche cayó. Bajo la luz de una luna sangrienta, continuó su batalla.
Al segundo día fue en una hermosa pradera, que fue prendida en sus llamas carmesí cuando una horda atacó.
Al tercer día fue en un pico nevado, el cual fue convertido en un árido desierto.
El cuarto... El quinto...
Sigue luchando. Las cicatrices se acumulaban en su cuerpo. Sentía como cada paso que daba lo desquebrajaba. Y una vez más buscó el calor que lo mantenía en pie.
Estaba cansado. Había dejado la guerra hacía tanto. ¿Otra vez volvería a dominar su vida?
Se levantó de un regazo. ¿Era el de un amigo? ¿El de un amante? ¿El de un compañero? Ya no estaba atento. Solo buscaba el calor que lo mantenía cuerdo nuevamente.
Dejó escapar un suspiro y levantó la mirada al cielo. Bajo sus pies una montaña de cadáveres yacía.
Hoy, una vez más, volvió a luchar.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Seguramente mañana volveré a luchar y al día siguiente y al siguiente... Ha, ha, ha... Estoy cansado. ¡HEY! ¡MALDITAS BESTIAS! ¿NO ES SUFICIENTE? ¿NO TIENEN SUFICIENTE? ¿NO ME HAN ARREBATADO SUFICIENTE? ¿CUÁNTO MÁS DE MÍ TENGO QUE DARLES?❞
No le escuchaban. Eran cadáveres inertes.
La vida tranquila y relajada que tanto apreciaba, el poder ir de un sitio a otro sin preocupaciones... Fue solo hace dos meses. Se sentía tan lejano.
El sonido de algo agrietándose se pudo escuchar, pero él no fue consciente. En su avatar las grietas se extendían. Sanarían, pero dejarían marcas.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Supongo que iré a descansar. Mañana, cuando despierte nuevamente, seguiré luchando.❞
Repitió para sí mismo. Para un ser eterno, la monotonía no era castigo, pero había que recalcar nuevamente: Aquellos que luchan contra el abismo, eventualmente serán engullidos de una u otra forma.