
Y así, cuando Yahvé forjó su primer rayo de luz, lo arrojó a la tierra, la cual ahora estaba poblada por los humanos. Su fe era ferviente y adoraban la luz dada por el Señor.
Las eras transcurrieron, los ciclos pasaban, y aquella luz iluminaba el camino de los mortales sobre aquel hermoso jardín.
Con el tiempo, esa luz tomó forma, adoptando una hermosa figura que incluso Yahvé elogió. Personalmente, le otorgó un nombre y la designó como su hija, Lux.
Ella, con una mirada cálida, observaba a los humanos crecer y prosperar. Impresionada o conmovida por su desarrollo, criaturas tan frágiles que, pese a su mortalidad, avanzaban, se desarrollaban. "Sin duda son dignos de ser elegidos por mi padre", pensaba en su ingenuidad. Lux había tomado cariño por ellos.
. . .
En aquel jardín del Señor, había una norma: dos hermosos árboles que solo daban un fruto al año. Habían sido llamados frutos de la vida y del conocimiento, y eran ofrecidos a Yahvé. Nadie más podía codiciar esos frutos, no tenían permitido comerlos.
Lux había formado amistad con la cuidadora del árbol del conocimiento, llamada Eva. Era una mujer hermosa, pura y radiante. En ella, el ángel había encontrado una amiga y una pequeña hermana a la que cuidar.
Por desgracia, tan pura como era Eva, era ingenua y fácil de engañar. Una fatídica noche, una vil serpiente, un demonio, se adentró en los jardines de Yahvé. Se acercó a Eva y susurró a su oído dulces y melosas palabras, cargadas de promesas grandiosas.
La duda había nacido en el corazón de la mujer.
. . .
⠀⠀⠀⠀⠀—“¿Por qué hemos de morir los humanos, Lux?” Una tarde, esa pregunta fue pronunciada de los labios de Eva. El ángel la meditó; ella misma tampoco lo sabía. Los humanos eran elegidos por su padre para venerarlo y recibir su gracia, pero en un suspiro perecían y sus almas pasaban de vuelta al ciclo.
Lux no supo responder a la cuestión de su amiga. “El Señor... El Señor debería poder negarnos la dolorosa despedida. ¿Por qué? ¿Por qué seguimos muriendo?”
Nuevamente, el ángel no pudo responder, solo guardó silencio.
Fue esa misma noche que acudió a su padre y cuestionó las dudas que le había plantado Eva. “Es debido a que las almas de los mortales alimentan nuestro firmamento. La fe y devoción que muestran en vida es la energía que nutre nuestro reino”.
Frente a la verdad revelada por su padre, el ángel conoció por primera vez la decepción. Aquellas criaturas que tanto amaba, aquellos a los que con tanto cariño cuidaba, no eran diferentes a los ojos de su padre de los pollos o vacas que eran criados como ganado, simples alimentos para el beneficio de su padre.
. . .
Una mañana, los cielos estaban agitados por una noticia que desató la rabia de Yahvé: el fruto del conocimiento había sido hurtado, robado por la mujer encargada de cuidarlo.
Los susurros y tentaciones de la serpiente finalmente empujaron a Eva a cometer el pecado original, la primera injuria de la humanidad hacia Dios, su primera traición.
El ángel no pudo creer tal acontecimiento. Buscó desesperadamente, pero en todo el jardín no había rastro ni pista de la mujer que había llamado su amiga.
⠀⠀⠀⠀⠀—“Persíngala, encuentrenla, quiero que la traigan ante mí”, iracundo, el Señor demandó. Sus legiones fueron despachadas para buscar a la mujer.
Lux observó impotente, triste y en secreto marchó ella también para encontrar a Eva; al menos deseaba una respuesta de ella.
. . .
⠀⠀⠀⠀⠀—❝¿Por qué?❞ Preguntó el ángel, frente a una Eva que lo miraba recelosa, cautelosa.
⠀⠀⠀⠀⠀—“¿Por qué? ¿Por qué debemos morir? Ustedes no envejecen, no sangran, no mueren. Nos miran desde lo alto como juguetes, como ganado”, replicó la mujer. Su voz era un tono enojado, rasgado, distaba completamente de la pura e inocente amiga con la que el ángel charlaba felizmente bajo la sombra de los árboles.
Lux mordió su labio, impotente. No podía negarle sus acusaciones; sus palabras llevaban verdades, sin embargo...
Intentó convencerla. Si se entregaba, si se arrepentía, seguramente su padre la perdonaría.
Pero sus expectativas fueron nubladas de inmediato. Tras ella, una legión de ángeles cubrió el cielo apuntando sus lanzas.
⠀⠀⠀⠀⠀—“Lux, apártate. Esa es una pecadora y recibirá su castigo”, dijo Michael, líder de las legiones celestiales.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝M-Michael, por favor, dame un momento... Sé que puedo convencerla. Mientras se arrepienta, seguramente nuestro padre...❞ Intentó argumentar.
⠀⠀⠀⠀⠀—“¡Silencio!”, sentenció el líder de los ejércitos celestiales. “El juicio ha sido emitido, su sentencia está dictada. Las palabras de padre son absolutas, Lux. No lo repetiré, apártate”.
Su pecho se contrajo. Esa mirada fría y cruel... Por algún motivo, le recordó en ese momento a su padre... ¿Qué había estado haciendo ella? ¿Todos ellos tenían realmente el derecho a juzgar a los humanos? ¿Gobernar sobre ellos?...
No, no estaba bien, todo eso. No estaba bien... Estaban equivocados.
. . .
Las blancas alas se consumen en llamas doradas. En el suelo, llenas de suciedad y ceniza, el ángel miraba la figura de sus hermanos armados con lanzas. Había dejado escapar a la pecadora, había enfrentado las palabras de su padre.
. . .
Frente a la mirada juiciosa de Yahvé, Lux se encontraba de rodillas.
El Señor tenía en su rostro una mezcla de emociones: ira, decepción y tristeza. Aquella hermosa luz que había forjado...
⠀⠀⠀⠀⠀—“¿Por qué has hecho esto?”, su fría voz resonó desde lo alto de su trono. El ángel levantó la mirada, derramando lágrimas.
⠀⠀⠀⠀⠀—❝Padre, ellos no son ganado. Son hermosos, tienen tantas posibilidades, pueden crecer a alturas que no podemos imaginar... Nosotros no tenemos derecho a gobernarlos❞.
⠀⠀⠀⠀⠀—“No quiero volver a verte. ¡Estás expulsada, fuera de mi vista!”
El Señor, quien era severo y digno, no tuvo el corazón para castigar a su hija, quien había perdido sus alas defendiendo a esa mujer, quien ahora ardería llena de dolor... No quería verla en tal vergonzosa apariencia, pero tampoco se atrevía a castigarla...
Y así, de esa forma, la primera luz del mundo fue arrancada del firmamento y condenada a una pequeña llama que vagaría por la tierra hasta que se consumiese en cenizas.