
El bullicio llenaba aquella ciudad. En el cielo tres lunas posaban orgullosas y majestuosas.
Lámparas de aceite encendidas, el rítmico sonido de la música, tambores, flautas, instrumentos de cuerdas, no precisamente los mismos que se usaban en el mundo mortal, muy parecidos sí. El sensual movimiento de caderas de las bailarinas, los gritos que las aclamaban desde la multitud, pétalos de rosas que flotaban por el aire cual tenue nevada, hogueras encendidas aquí y allá, buen vino servido en cada jarra; lo único que faltaba para que fuese una celebración sin igual era comida finamente preparada, pero los infiernos carecen de buenos cocineros. Se daban gusto con fruta jugosa y carne hecha a las brasas.
Era un gran festival que se llevaba a cabo en la ciudad principal del recién nombrado "Segundo Círculo", una celebración para la coronación de Asmodeo como señor del Infierno.
❝Celebren hasta desfallecer, embriáguense, sumerjanse en el placer, en el pecado de nuestra eterna noche que ni un alma quede sin conocer la grandeza de mi reino.❞
Proclamó, que fuese una fiesta de jubilo y de gloria.
La multitud se aglomeraba en una plaza. Los hermosos movimientos de baile de una única persona habían capturado la mirada de todos, les arrancaba el aliento con cada paso, con cada ademán un suspiro o un clamor era pronunciado, no querían parpadear por miedo a perderse un instante de aquella hermosa figura.
Allí estaba el proclamado señor de la lujuria, el nuevo príncipe de los Infiernos: Asmodeo.
Una vez el héroe que puso fin a la sangrienta guerra entre demonios, infinidad de rumores sobre sus amoríos con toda clase de razas, el máximo exponente del hedonismo a quien finalmente el "mundo" entregó el nombre de "Lujuria", o más bien encarnó en él la lujuria y los placeres.
Una sonrisa siempre decoraba su rostro, la picardía en sus ojos. Hombres o mujeres no podían apartar la vista de su gobernante, quien capturaba a todos con su encanto.
Al principio fue inconveniente tener que usar esos cuerpos falsos para mostrarse ante otros, pero finalmente se había acostumbrado. La dicha lo llevó a dar un espectáculo en medio de toda la celebración.
La música cesó, siendo inundado el lugar entonces por aplausos y silbidos. Ofreciendo el gobernante de todo una reverencia para su público.
Tal celebración se extendió por una inaudita cantidad de días, las lunas se mostraban una y otra vez cediendo el paso al ocaso y este a las lunas nuevamente. Así, por medio mes.
Cuando el señor de la lujuria abrió los ojos, el bullicio finalmente había sido silenciado. En las calles se podían ver uno que otro demonio borracho deambulando, alguno vomitando en una esquina.
Asmodeo estaba en una gran cama acompañado por un hombre y una mujer. No hacía falta explicar lo que había sucedido allí.
Una sirvienta se acercó para colocarle la ropa. El demonio se acercó al balcón del lugar para contemplar su "obra".
⠀⠀⠀⠀⠀—❝¿Hasta cuándo vas a esconderte? Me lastimas. No te presentaste ni un día en todo el festival.❞
Pronunció su melosa voz al aire, mezclada con un tono de queja.